martes, 19 de junio de 2012

Te deformas


Hace mucho tiempo que no escribo... más todavía que no escribo algo mínimamente personal.

Hacerlo ya no es tan fácil como antes. Cuando uno es adolescente se espera de tu vida que sea un drama. Se ve normal lo anormal y se responde con una sonrisa condescendiente lo que para ti no es otra cosa que un grito de socorro, una búsqueda de paz. Terapia. Escribir en mis viejos blogs era para mí eso mismo, una terapia, aunque no me di cuenta de ello hasta que ya los hube abandonado. En aquellos tiempos habría dicho que a todos nos pasa; ahora soy más humilde. Afirmaré tan sólo que a mí, por lo menos, me ocurre constantemente: me percato del valor de las cosas cuando me privo de ellas. La primera vez te coge por sorpresa, la segunda esperas que no se vuelva a repetir... pero al final te das cuenta de que se trata de un sentimiento que no desaparecerá jamás, y que te perseguirá allá donde vayas; se ocultará tras las esquinas de los edificios en la noche y bajo la sombra de tus seres más queridos durante el día. Se habrá convertido en miedo.

Ya no soy un adolescente, para bien y para mal, pero a veces me parece que, en el fondo, nunca dejaré de serlo. No sé si al resto de la gente le pasa igual. He tenido algunas experiencias y veo con mayor claridad, pero mi perspectiva (la de cualquiera) no le interesa a nadie. De hecho, siento que a nadie le interesa nada. Siento que todo funciona por inercia; que la pasión es algo raro, escaso, y casi nunca sincero y abierto. Todavía es más extraño que se acompañe de inteligencia.

Siento que todo el mundo piensa que la honestidad y el desinterés son reliquias del pasado. Valores infantiles y horteras, inapropiados. El humor se confunde con cinismo, la necesidad con la gula y la crítica con el insulto. Es lo mismo de siempre, nada ha cambiado. Eres adolescente y te encuentras con una sociedad viciada e insoportable, y crees que la vas a cambiar, pero el que cambia eres tú, siempre tú. Te deformas. O encajas en el engranaje de alguna retorcida manera o te conviertes en un fracasado. En un exiliado. Los seres humanos sufrimos en el exilio; nos guste o no, somos una especie social. Y a menudo somos tan volubles que preferimos la humillación a la soledad.

Humillación o soledad. Esta es la disyuntiva básica de nuestra vida social.

La gente de bien hoy en día se burla de la filosofía y del arte. Se burla de casi todo lo que no comprende. Antes lo temía, ahora se mofa de ello y reivindica su corto entendimiento como si de una virtud se tratase. Y en realidad lo es, en tanto que la conecta con la sociedad y la convierte en eso: en gente de bien. La gente de bien me aburre terriblemente. La sociedad me hastía.

Pero he de admitir que funciona. Tengo la teoría de que la sociedad en conjunto no es estúpida, como primeramente pudiera parecer, sino que se rige por un férreo conservadurismo. Es como un animal que prefiere malo conocido que bueno por conocer... muestra una inteligencia primitiva, pero efectiva. La música pop gusta porque es directa y transparente, al igual que las ideas y valores que a menudo transmiten los símbolos que la envuelven. No tiene misterio. Y donde no hay misterio, no hay peligro. Es tan de cajón que a veces le hace a uno sentirse un poco idiota por no dejarse llevar y unirse a la masa. ¿Qué gano siendo yo y no siendo ellos?

Pues bien, me gano a mí mismo. En última instancia, soy lo único que tengo.

2 comentarios:

  1. Encontrar que has actualizado escribiendo, y que probablemente has escrito durante la noche a mi lado… es reconfortante.
    La sociedad se burla de todo, en general. Y tal y como tú dices, me aburren. El día del partido España-Irlanda, por ejemplo, me encontré en un parque
    a las 10 de la noche cenando con una amiga. Solas. Nadando contracorriente, y me encantó.

    En penúltima instancia, me tienes a mí.

    ResponderEliminar
  2. Entiendo y comparto tus pensamientos. Yo sigo siendo adolescente para lo bueno y para lo malo, y una parte de mi quiere que siga existiendo, pues perdería el entusiasmo, aunque ganaría menos bajones emocionales por ser demasiado dramática.

    Nadar a contracorriente, como dice Rach, es satisfactorio. El hecho de sentir que eres tú, tu mismo y valorar que te tienes a tí es algo admirable y enorgullecedor, (al menos en mi opinón) y demuestra madurez, a su vez. En gran parte es inevitable dejarse arrastrar por la corriente, pero conservarte casi intacto a pesar de ello, no tiene precio.

    ResponderEliminar