viernes, 13 de julio de 2012

Día conmemorativo de lo que pudo haber sucedido


Érase una vez un hombre ciego. De origen humilde pero férrea voluntad, dedicó su vida al estudio y práctica del Escepticismo, noble arte con el que disipó las dudas y guió el camino de sus convecinos. Cada día se daba un paseo por las afueras del pueblo y husmeaba entre las rocas y los árboles. Tocaba y olisqueaba todo.
Algunas personas lo vieron incluso, en una ocasión, meterse una lombriz en la boca.
¿El gusano existe? Le preguntaron.
No lo sé. Sólo sé que sabe a rayos contestó.
Un buen día, durante una de sus jornadas de investigación, llegó al límite de los arrecifes prohibidos. Nadie iba nunca por allí, pero no era extraño verlo a él aventurarse y cartografiar con su mente la zona. Sabía que la tierra terminaba en ese lugar, pero le desconcertaban el rumor de las olas y el frescor de la brisa.
Aquella vez, además, escuchó una voz.
Estoy desnuda y te observo.
El escéptico dirigió su mirada en busca del origen de las palabras. Venían de más allá del borde.
Oh.
Mis caderas bastan para subyugar al hombre más poderoso.
Mucho me temo que no puedo verlas.
El color de mi piel es el color de la vida.
No creo en los colores. No se pueden tocar.
La esbelta figura se recortaba contra el sol, erguida orgullosamente sobre un terreno elevado apenas separado por un par de metros de los arrecifes. Su cabello al viento era todo un espectáculo; sus ojos, pura lujuria.
Pero él no podía verlos.
Te he seleccionado.
¿Para qué?
Para que seas mi rey consorte, gobernante de la tierra que pisa mi gente.
La única tierra que existe para mí es la que yo mismo puedo pisar.
En ese caso vendrás conmigo. Conocerás mi reino, yo te lo mostraré. Te haré feliz.
El escéptico dio un paso atrás.
No.
¿Por qué?
Sé muy bien dónde acaba la tierra firme.
Un niño podría cruzar el estrecho sin dificultad.
Un niño, tal vez.
Con estas palabras dio la vuelta y se marchó.

Todos los años se celebra el aniversario de este acontecimiento en el pueblo. Hoy, justo un siglo después, será la última vez. Esta misma noche las estrellas se despeñarán sobre la tierra y la destruirán.
Y nadie sabrá nunca por qué.

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